"Sois la mierda cantante y danzante de este mundo"

martes, 8 de septiembre de 2009

Nunca más volvió a escribir.

Allí estaba, intentando escribir, como siempre. Frente a ella su cuaderno, ese en el que ahoga su dolor y que le ayuda a calmar su llanto. Comenzó escribiendo el título, algo que no solía hacer pero pensó, el orden de factores no altera el producto. Trató de comenzar. Una vez escogido el tema no sería muy difícil pero, aún así, no consiguió arrancar ninguna palabra, ninguna frase coherente o medianamente decente de su pluma. Decidió ponerse a leer, total, no tenía nada mejor que hacer, debía aprovechar su tiempo de algún modo, y decidió que perderse en las letras de un buen libro sería la solución. De pronto, cuando iba por el capítulo 10, casi 6 horas leyendo sin parar, la protagonista a punto de morir, ella dejó con suavidad el libro sobre la mesa, la inriga y curiosidad por saber el final de aquella historia le comían por dentro pero la inspiración acababa de llamar a la puerta del lugar donde guarda sus textos y ella no desaprovecharía esa oportunidad de encontrar las frases perfectas, al fin y al cabo, esas frases que describirían sus pensamientos más hondos, sus inquietudes, sus jodidos miedos o quién sabe qué.

Allí estaba de nuevo, sentada frente a su cuaderno, la misma sensación del principio, el mimso temblor en sus manos y el mismo nerviosismo en su organismo. Otra vez no sabía cómo escribir, no encontraba manera. Vuelta a empezar. Pensó: seguro que si rebusco entre las ideas que poseo en mi cabeza encuentro una frase, solo una, la que describiera lo que sentía joder, no era tan difícil, o eso creía.

Al rato se dio cuenta de que desde el principio había sido dueña de esas palabras, pero ella a sí misma se las escondía. Temía escribirlas, temía plasmarlas, de algun modo temía darse cuenta de que el temor que afloraba en ella le había hecho perder gran parte de su tiempo buscando algo que ya poseía. Tan duras era esas palabras? Tanto daño la hacían?
Aún así, seguía sin escribir...

El título que tan poco le había costado estaba tachado en varios colores. En rojo, negro, azul, una especie de rosa anaranjado y en alguno que otro más. A parte de ese tachón, que dejaba horrible el papel, todo lo demás estaba completamente en blanco. Ella se intentaba convencer: Pero qué hago? Tanto tiempo escribiendo a lo largo de mi vida, y ahora no soy capaz de poner una mísera frase.
Su psicólogo siempre la decía que se infravaloraba demasiado, pero eso a ella le importaba nada. Nunca sintió ningún tipo de aprecio por aquel hombre que dos veces por semana pasaba consulta, hacía como que escuchaba, cobraba y olvidaba.

Llevaba horas rondando por casa. Ese día no salió, no tenía ganas, sus amigas le habían hablado y comentado algo de un nuevo café en algún lugar pero no atendió, simplemente dijo que no y como tampoco nadie insistió, se echó en la cama para no pensar y estando allí tirada, cómo no, pensó.

Encendió la tele. Progamas del corazón, un espacio de deportes nuevo que no la inetresaba demasiado, anuncios, infocomerciales y alguna que otra serie chorra típica de esas horas. Esto le hizo apagar, era todo basura.

Se dirigió a su escritorio, estaba mentalizada de que escribiría ya esas palabras, esa frase que la martirizaba, que se repetía una y otra y otra y otra vez en su cabeza, que sabía perfectamente cómo escribir, pero aún así no lo hacía por razones agenas a la razón.

Destapó el bolígrafo negro, era el que más le gustaba, y por fin escribió: "Te echo de menos."
Sabía que la ausencia de alguien importante dejaría huella, sabía que no podía dejar de pensar en ella. Era consciente, perfectamente consciente de que la necesitaba, pero temía darse cuenta por completo. Temía reconocer que la falta de aquella pesona había matado su valor y había acabado con lo que más le gustaba.

Nunca más volvió a escribir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario